Fui feliz de salir de esa residencial. Llevé mis cosas al terminal y aproveché de comprar el pasaje al aeropuerto. Caminé bajo la lluvia hasta Angelmó, hace meses que no sentía llover.
Vi artesanía para comprar regalines, pero habían pocas cosas interesantes.
Me devolví al centro a imprimir mi ticket de embarque, caminé por la costanera y volví al terminal. Me junté con Leins que andaba por estos lados también y fuimos nuevamente a Angelmó a comer ceviche de salmón y a tomar unos vituperios.
Tomé el bus al aeropuerto y esperé mi vuelo feliz.
Hubiese querido recorrer más lugares alejados, bañarme en más lagos, recorrer más senderos, pero decidí viajar más veces por año y hacer este viaje más corto.
Y aquí estoy nuevamente, feliz de estar en Santiago, porque me encanta la ciudad, me encanta su ruido, su gente apurada, sus parques y sus edificios, los amigos, mi familia, mi gato y el olor a detergente en la ropa.
Almuerzo en Angelmó: tickeado
Volver a casa: doble ticket