Caro me invitó a almorzar a un restaurant con una vista muy linda que daba a la plaza de armas y al mar. Después me fue a dejar al terminal, desde donde viajé a Quellón.
Llegué poco antes de las 18:00 al embarcadero y el Jacaf no estaba.
A las 18:30 llegó y desembarcó, y zarpamos una hora más tarde.
El viaje fue súper corto. Demoró sólo 4 horas. Mis compañeras de asiento me pidieron que las llevara al camping donde me quedaría. Caminé rápido al pueblito, pero las niñas eran muy lentas. Cuando faltaba poco para llegar -según yo- Andrés, el dueño del camping al que precisamente iba, llegó en su furgón a ofrecernos sitios. Nos subimos y me di cuenta que en verdad no hubiese llegado sola, pero nadie se enteró porque iba bien encaminada.
Armé la carpa y fui a conversar al sector común con una pareja y Gonzalo, que también viajaba sólo desde Talca. Le compré el pan amasado más caro de la vida porque se había súper esforzado en hacerlo, comí lo que me había quedado del almuerzo, y compartí el sour que me dio mi mami para el viaje.
Armamos tour para el día siguiente con otras personas más que acampaban, al ventisquero Yelcho y de pasadita a las termas El Amarillo. Andrés nos haría el viaje por $50.000 en total, lo que resultaba para cada uno ultra barato y conveniente en tiempo.